Como cada madrugada calza sus grandes pies para dar comienzo a un nuevo día. Un día frío y difícil seguro, pero un día más.

Sigue sus rutinas. Toma un buen vaso de café con leche hasta los filos y ardiendo de caliente, solo él es capaz de beberlo así. Hace barquitos con unas “campurrianas” o con unos “churruscos”, lo suficiente para empezar el día con energía.

Sus manos frías se reflejan en su nariz, una nariz que en invierno toma tonos malva y azulones, siempre helada. Todas lo vemos pero él nunca se queja.

Manos frías… corazón caliente. No solo caliente, también enorme.

Uno de sus capricho es volver a casa por la mañana para hacer el redesayuno. Un buen tazón de té con limón exprimido y unas tostadas de mantequilla son la combinación perfecta para este momento, más aún si es ella quien las prepara y con quien se sienta en la mesa.

Shhhh…

Yo sé que simplemente es una excusa para encontrarse con ella… Ella, con su melena negra, larga y suelta, su sonrisa, y qué sonrisa, su elegancia innata…

Ella para su tiempo.

Tras deleitarse, entre suspiros vuelve a sus rutinas.

Conduce bajo una banda sonora continua, la música es su medicina. Como una especie de mantra entra por su piel acariciando cada rincón de su alma y nunca lo deja indiferente. Su pasión es tal que le es imposible no transmitirla a cada uno de los seres que le rodean. De esta manera, como un gran maestro, enseña este lenguaje tan especial.

Vuelta al trabajo y a la rutina… Para él siempre es un primer día, no por muchas veces que hagas una cosa debes hacerla con desgana, sin interés o sin motivación. Su mimo, su trato hacía el trabajo, su delicadeza y meticulosidad le hacen ser el mejor. Un gran profesional que ni un día, ni uno, ha realizado su trabajo sin mimo y sin el máximo cuidado. De hacer “pellas”, “rabona” o “novillos” ni hablamos.

Una vez todo el trabajo está hecho puede volver a su morada, donde uno de sus mayores placeres es escuchar, no solo es un placer, es una virtud. Los seres a los que llamamos humanos tienen muchos problemas en el oído… escuchan pero la mayoría no oyen. Tremendo.

Cierra los ojos y oye… No, no está dormido, está aprendiendo.

Siempre me he preguntado de dónde sacan el tiempo los genios para saber tanto, igual la respuesta está en su sueño.

Las cosas sencillas son las que le aportan la felicidad. El simple hecho de estar con los suyos al completo es suficiente. El dónde y el porqué dan siempre igual. Nunca deja de amar y es incapaz de odiar.

¡Sé que no es de este planeta!

Ahora me toca descubrir de cúal…

Pero por lo pronto voy a intentar parecerme a él.

Golpea sus palmas de las manos la una contra la otra fuertemente cuando está contento o orgulloso de algo o alguien. Para mi es música celestial.

Ahora cierro mis ojos y lo imagino sonriendo, tiene una sonrisa de medio lado, una comisura siempre más alta que la otra, se está frotándo sus grandes manos y no deja de mirarme con sus grandes ojos…

 

Os espero el próximo domingo aquí, entre confesiones, secretos y cuentos de principes y princesas…

CRISTINA ALARCÓN